martes, 12 de febrero de 2008

PUNTO FINAL

Empezar. Una desenfrenada adrenalina corre por tu cuerpo. El comenzar de cero te hace feliz, te da la sensación de crear un mundo aparte con cada renglón.
La introducción fluye por si sola. Una muchacha. Un joven. Una familia. Una ciudad. Historias comunes que se entrecruzan.
El nudo varía según tu vida personal al momento de crear. Usualmente tus escritos no dejan las palabras “amor” y “mentira” afuera. Es tu forma de hacer catarsis, tu forma de escapar de la explosión.
Colores, palabras, aromas y sonidos; todo se vuelca sobre ese papel. Todo toma forma, hasta la idea más absurda que se esconde en el rincón más profundo de tu ser.
Llegas. Sentís que llegas al, ¿clímax?¿el súmmum?; ¿cómo llamar a esa sensación simplemente placentera que te da el despojarte de tus secretos más íntimos, pero aún así seguir siendo anónima? Sólo un número. Por que eso es lo que te gusta en realidad. Lo que te motiva. El anonimato.
La historia necesita una conclusión. Algo que la cierre perfectamente. Buscas tan desesperadamente esa frase que comenzas a creer que nunca la vas a encontrar. En el peor momento, cuando estas a punto de dejar de escribir, llega. Llega exactamente lo que querías transmitir. Lo escribís, lo miras y lo volves a escribir. Querés asegurarte de que todo esté perfecto. Terminas, pero antes lo lees una y mil veces. “Listo”, te decís. PUNTO FINAL.