domingo, 15 de junio de 2008

LETARGO

Un escritorio vacío y un libro de Tolstoi es todo lo queda de tí. Tu departamento está desierto pero al mismo tiempo impregnado de ideas, recuerdos, vivencias, verdades y mentiras. Todo en un pequeño lugar. ¿Cómo es posible que toda una vida, y todas aquellas que fueron tocadas por ella, se resuman en un departamento vacío? Sin pensarlo dos veces vuelvo al mismo lugar donde te ví por primera vez, ese café al que solías concurrir con tus ideas revolucionarias y esos aires de filósofo que iban contigo a todas partes. El lugar sigue igual, intacto, como si los doce años que pasaron desde ese día no hubieran transcurrido. Tu mesa habitual sigue ahí, desocupada, esperándote, como si fueras a volver de tu letargo, de tu eterno descanso.
Y aunque no estás tu presencia sigue ahí, a dondequiera que vaya, me sigue, ¿o soy yo quien la está persiguiendo? ¿Será que todavía no encuentro la forma de olvidarte?, ¿será que simplemente te extraño? NO. Simplemente no.
Tu fantasma me acecha, quiero liberarme de él, pero pareciera que llevo una maldición conmigo. Nunca pudiste olvidarte de mí, nunca. Nunca pudiste olvidar lo que me hiciste pasar. Y quieres revivirlo. Te regodeas al verme sufrir, recorriendo todos esos lugares que me recuerdan a ti. Sigo sin entender por que lo haces. Sólo te gusta verme a tus pies.
Siempre pensaste que eso era amor, eso no es amor, eso era miedo. Miedo a lo que podría pasarme sin tu protección, miedo a lo que el mundo diría de mí. Miedo a ti.