miércoles, 2 de enero de 2008

LA HORA DEL TE

Juana invitó a Carola a su casa como todas las tardes. Tenían la mesita del té puesta y lista para que empezar su juego de apariencias, esa preciada hora y media donde cada una trataba de disimular lo horrible que en realidad eran sus vidas.
A las 5 de la tarde empezaba la partida, las masitas y el té ya estaban en la mesa. Carola llegaba siempre tan arreglada y pulcra como todos los días. Juana la esperaba en la galería del patio, donde debajo de un sauce llorón tomaban parte las tardes de infusiones. Y allí empezaban las confesiones, confesiones de vidas perfectas, con maridos perfectos, hijos perfectos, casas perfectas. Todo era correcto, impecable, maravilloso.
Daban las seis y media de la tarde y daban terminada la sesión diaria de revelaciones falsas, de mentiras que ni ellas mismas se creían, pero se sentían tan bien al contarlas. Ese vacío que provenía de sus vidas realmente imperfectas, como las de cualquier ser humano, parecía llenarse sólo por unos instantes. Y como disfrutaban esos instantes. Eran como largos sueños, llenos de nubes de algodón y árboles dorados. Pero abruptamente terminaban al dar las seis y media en el reloj antiguo de la sala de estar de Juana. La fantasía terminaba, sus sueños se esfumaban, sus esperanzas se escurrían por entre sus dedos. Todo terminaba a las seis y media, cuando en la tetera ya no quedaba más de ese elixir que les permitía alejarse de la realidad, aunque sea por una hora y media.

1 comentario:

Caminante dijo...

JAJAJA TE PARA TRES
que lindo jarroe scritora lvoe u bitch me voy a tomar el te a brasil
no mentira
UNA CAIPI